¿Capacitar o capacitarse?

La manera en que los niños aprenden a manejar artefactos complejos como las computadoras es muy sencilla y ejemplifica una de los principios más acendrados de la pedagogía moderna: el que dice que se aprende a hacer haciendo.

Dicen que los niños son capaces de aprender por sí solos siguiendo reglas, esto fue demostrado por el Profesor Sugata Mitra, quien en 1999 instaló una computadora en el hueco de una pared en un barrio bajo en Kaljaki, Nueva Delhi, y descubrió que los niños aprendían a navegar por Internet en pocos minutos.

Mientras que los adultos se aquejan a la necesidad de aprender a usar una computadora, muchos de los cuales son perfectamente atendibles. Dadas las circunstancias en las que se desenvuelven los profesionales de la educación es inevitable que alguien se aboque a diseñar mecanismos didácticos que les alivie un poco la tarea de actualizarse.

Lo que a veces resulte incomprensible es que haya docentes que rechacen toda participación y solo pidan “¡Capacítenme!”, en abierta negación del principio pedagógico que afirma que “el mejor conocimiento no es el que se transmite sino el que se construye”. Los cursos de capacitación pueden aliviar una parte del esfuerzo, pero no toda.

Por eso, al considerar los planes de capacitación instrumental, ya sea en el reducido ámbito de la escuela como a nivel nacional, provincial o municipal, es vital que los expertos tecnólogos tomen en consideración las peculiaridades características del docente cuando le toca asumir el rol de alumno; que procuren suficiente incentivos para motivar a los maestros hacia un aprendizaje que deberá ser, como imponen la teoría y la experiencia.

Finalmente, es necesario que instrumenten una dinámica que garantice el tiempo necesario para la práctica asidua, porque no se aprende a operar un artefacto de la complejidad de una computadora si no se practica sobre él varias horas a la semana.

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+Katherine