Hasta aquí hemos
visto que para operar artefactos tecnológicos complejos hace falta una práctica
instrumental intensa y persistente, cuya dificultad dependerá de la complejidad
del artefacto, de lo que se pretenda extraerle, y de la disposición y la
habilidad del operador. Lo mismo se aplica al software y a la didáctica mediada
por la tecnología informática: a mayor complejidad, mayor dificultad. Cuanto
más ambicioso es lo que pretendamos, más nos costará lograrlo.
No basta con
aprender a operar aparatos ni dominar técnicas: de lo que se trata es de
trasformar la práctica docente integrando recursos y estrategias originales,
pero no para satisfacer un requerimiento de modernización, sino convencidos de
que la práctica innovadora provoca un salto de calidad en el aprendizaje, o
tiene chances de hacerlo.
Entonces para
juzgar apropiadamente cuándo es que la innovación demuestra su superioridad
sobre las prácticas convencionales, el docente debe ser capaz de:
-Evaluar recursos y
materiales tecnológicos, o mediados por la tecnología.
-Administrar el
tiempo y los recursos dentro de una nueva dinámica en el salón de clases.
-Producir y adaptar
recursos y material didáctico utilizando nuevas tecnologías.
-Articular sus
planificaciones y sus objetivos con otros docentes igualmente comprometidos con
la integración tecnológica-curricular.
-Evaluar a sus
alumnos con técnicas afines a las que usó durante la instrucción.
Estas habilidades
pueden adquirirse a través de capacitación, siempre y cuando ésta sea:
*Rigurosa
*Exigente
*Práctica y
experimental
*Intensiva y
exhaustiva
Por último, el
sistema educativo deberá garantizar la calidad de todos los procedimientos mencionados
mediante una supervisión continua y una exigente evaluación.